domingo, 27 de julio de 2014

19. Amanda.



(este capítulo ha sido escrito escuchando esta canción en concreto)

Siendo pequeña su madre murió de sobredosis, y la dejó viviendo sola con el que era su padre.



El padre era un alcohólico que se pasaba el día y la noche bebiendo delante de la televisión.



Iba a clase sucia, pero sus notas eran buenas. Su tutora se preocupó del estado de la niña, y contactó con los servicios sociales. Cuando llegaron a casa de Amanda y vieron en qué situación vivía, le quitaron la custodia al padre, y nunca volvió a verle.



Una familia la acogió, y desde entonces vivió feliz. Cambió de ciudad, de colegio, y volvió a tener una vida normal, iba a clase como las demás personas de su edad. Cuando tenía cerca de los catorce años, empezó a tener pesadillas. Veía a su madre muerta delante suya, en un charco de su propio vómito y sangrando. Su mente había olvidado esa experiencia, pero le había jugado una mala pasada volviendo a recordárselo en sueños. Se despertaba gritando, y su familia de acogida empezó a preocuparse por ella.



La llevaron a terapia, y la sometieron a hipnosis. Su psicóloga acabó mandándole pastillas, y desde entonces, las tomaba. Se volvió nerviosa y algo neurótica. El único momento del día en que era feliz era en las clases de canto a las que iba desde hacía unos años. Decidió montar un grupo, y puso un cartel en el tablón del instituto. Pronto, contestaron al anuncio, y quedaron una tarde para una prueba. Los chicos que contestaron al anuncio eran todos muy amables, y tocaban bastante bien, así que acordaron quedar cada dos días para ensayar. Una tarde, se presentó allí un tal George. Y Amanda se quedó fascinada. Era un chico muy alegre, a todo encontraba la gracia, y hacía reir a todo el mundo. Se le veía sano, como si hiciera deporte a diario. Pronto empezaron una relación, aunque Amanda nunca quiso involucrarse demasiado con él. En cuanto vio que aquello iba demasiado rápido, le dejó.



Dejar a George fue duro para Amanda, los días eran una tortura, y las noches eran interminables. Intentó olvidarle saliendo con otros, pero cada vez que veía a George mirarla con esa cara de pena, ella sufría. Al final se rindió, y volvió con George. Él se alegró tanto de que quisiera volver a tener algo con ella que se dejó llevar por la situación. Cuando acabaron el instituto y fueron a la universidad, aceptó vivir con él a solas. Sería difícil ocultarle si estado mental, pero lo intentó. Una tarde encontró a George mirando sus botes de pastillas, y él le preguntó qué era aquello. Amanda salvó la situación diciéndole que eran para sus dolores de cabeza crónicos. Nunca le contó su historia real.

***

George: -Amanda cariño, buenos días. - Amanda sintió esas palabras como un cuchillo deslizándose por su corazón.
Amanda: -Buenos días. Qué haces mirándome mientras duermo...



George: -Estás preciosa.
Amanda: -...
George: -¿Estás enfadada?
Amanda: -No.
George: -Yo diría que sí...
Amanda: -...
George: -Verás, hace tiempo que salimos, ya hará un año dentro de poco. Nunca me has demostrado que me quieres, parecemos compañeros de piso con derecho a roce.
Amanda: -Tonterías.
George: -Amanda, yo te quiero. - Amanda cerró los ojos y tomó una gran bocanada de aire. - ¿Tú a mi no?
Amanda: -Yo no soy capaz de querer a nadie. Lo siento. - Amanda dejó a George sentado en la cama, petrificado.



"Lo siento tanto George..." - cuando George se fue a clase, Amanda hizo la maleta y se volvió a casa.

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