domingo, 27 de julio de 2014

2. Amigas.



Cuando Melanie se despertó, ya estaba anocheciendo. Al menos el dolor de cabeza se le había ido, pero sentía que estaba igual de sola que cuando había llegado a Manantiales. Sus únicas amigas desaparecerían de su vida por culpa de una caja de tabaco olvidada en un bolso. Patético.


Melanie se levantó y fue a la habitación de George. Desde que se habían mudado a esa ciudad, se habían unido más que nunca y solían contarse sus cosas.







Melanie: -Hola.

George: -Hola enana, ¿la has liado eh? Mamá está que trina, la has cabreado bastante.

Melanie: -He metido la pata hasta el fondo, lo sé. Encima por culpa de mamá Sarah y Ame se han cabreado conmigo.

George: -¿Pero por qué?

Melanie: -Mamá ha ido a sus casas y ha hablado con sus padres. Sarah se va a Bath y a Ame la mandan a un internado.

George: -Cagada triple Mel, cagada triple.

Melanie: -Ahora volvemos a estar solos tú y yo. Para una vez en la vida que me divertía de verdad...

George: -Bueno, aprovecha y estudia. No querrás, encima, repetir.






Melanie: -No pensaba repetir, idiota. – Melanie le enseñó la lengua y se fue a su habitación.






Se puso a leer un libro que tenía bastante abandonado, y así llegó la hora de la cena.






Cuando Melanie fue al salón, ya estaban todos allí cenando.


Melanie: -Buen provecho.

Todos: -Gracias.


Cogió su plato y cenó en silencio. Al día siguiente era lunes y todos estaban un poco tristes.






Al día siguiente en clase, le preguntaron varias veces por Sarah y Amelia. Melanie dijo que no sabía nada para ahorrarse explicaciones. Todo el mundo notó que la rebelde de clase se había quedado sola. La única que le dirigió la palabra fue la empollona de la clase, Prue.



Prue era morena, muy blanca y de ojos grises. Su pelo tremendamente rizado y poco domado, mas unas gafas nada favorables ocultaban lo guapa que en realidad era. Prue le dijo que hacía los deberes todos los días en la biblioteca e invitó a Melanie a que la acompañara.






Melanie fue esa tarde a la biblioteca, y allí estaba Prue. La saludó en silencio y se fueron a la entrada a hablar.


Prue: -Al final has venido, ¿te aburres o tienes dudas en algún ejercicio de los que nos mandó la de matemáticas?
Melanie: -No me hables de matemáticas... estoy perdidísima en esa asignatura.
Prue: -Bueno, yo tengo sobresaliente puedo ayudarte a encontrarte.
Melanie: -A lo mejor tienes cosas que estudiar y te vas a poner a ayudarme a mi con mis atrasos...
Prue: -No te preocupes, yo siempre hago todos los deberes y trabajos en cuanto los marcan, tengo tiempo de sobra.

Melanie estaba sorprendida de que alguien le ayudara sin más, le parecía demasiado generoso. Tendría que pensar algo para compensar a Prue.



Cuando llegó a casa, Alba le esperaba sentada en el rincón de lectura.



Alba: -Hola hija, ¿cómo te ha ido hoy?
Melanie: -Bien. – se dió la vuelta y se dirigió a su cuarto, pero Alba la llamó.
Alba: -Melanie, vuelve aquí y siéntate a hablar conmigo. – Melanie volvió atrás, miró con desdén a su madre y se sentó.
Melanie: -¿Y bien?
Alba: -Sé que en estos momentos debes odiarme, pero Sarah y Amelia no eran buenas para ti. Lo poco que sé de ellas no me gusta nada y cada vez te parecías más a ellas.
Melanie: -Bueno, eso era problema mío.
Alba: -Cariño, siempre has sido tan especial... sacabas notas excelentes y siempre has aparentado más edad de la que realmente tienes, pero esas dos chicas estaban minando tu futuro.
Melanie: -Si lo dices por mis notas, no te preocupes, ya estoy en eso.
Alba: -Algún día comprenderás que yo tenía razón respecto a tus amigas y me lo agradecerás.
Melanie: -Me voy a mi habitación, tengo que acabar cosas de inglés y alemán. – cogió un zumo de la nevera y se fue.





Los días pasaron y el otoño llegó a la ciudad. –Por fin. – pensó Melanie. Odiaba el calor. Siempre había deseado vivir en un lugar en el que el verano durase un mes y no cuatro. Esa mañana, Melanie consideró que hacía el frío suficiente para abrigarse un poco y se deleitó sacando su ropa de invierno de las cajas. Cuando ya estuvo todo colocado y lo de verano guardado, salió al salón a desayunar. Como siempre, su madre había preparado tortitas.



Melanie: -Buenos días.
Alba: -Buenos días cielo, ya empieza tu época favorita.
Melanie: -Sí, por fin podré tomarme estas tortitas con un buen café sin asarme. – Alba y Melanie rieron juntas y se sentaron a desayunar.



Cuando Melanie acabó, fue a reunirse con Prue al parque de siempre para ir juntas a clase. En un par de meses se habían vuelto inseparables.

Prue: -¿Preparada para el examen de matemáticas?
Melanie: -Creo que sí, al menos ya sé de que habla esa mujer, espero acordarme de las fórmulas.
Prue: -El pensamiento positivo ayuda, así que ya sabes.
Melanie: -Lo intentaré.



El viernes por la tarde habían quedado en casa de Melanie para ver qué podían hacer.

Melanie: -Bueno, por una vez quedamos para algo distinto a deberes y trabajos, menos mal.
Prue: -Sí... – Prue no sabía de qué hablar, a pesar de pasar tantas tardes juntas ultimamente, sólo habían hablado de las clases. Si no hablaba de esas cosas, Prue era muy tímida.
Melanie: -Cuéntame cosas, no nos conocemos mucho. ¿Te gusta leer?
Prue: -Sí, leo bastante. Ahora estoy leyendo Los Juegos del Hambre.
Melanie: -¡Oh! Yo lo leí hace unos meses, bueno, leí la trilogía. Está bien.
Prue: -No sabía que leías.
Melanie: -Las apariencias engañan, ¿eh? – pasaron toda la tarde hablando de libros, películas, series, música, ... y descubrieron que se parecían más de lo que creían. Por fin Prue perdió la vergüenza y hablaba con naturalidad.



Se les hizo de noche y ya pensaban en cenar.

Melanie: -Oye, podríamos ir al burguer.
Prue: -Vale, me gusta la idea.
Melanie: -Primero quiero pasar por la tienda de tatuajes y estilismo, ¿quieres acompañarme?
Prue: -¿Qué vas a hacer?
Melanie: -Sólo preguntaré cosas al tatuador o tatuadora, aún no puedo tatuarme sin permiso y mis padres sé que no me dejaran, es curiosidad.
Prue: -¡Estás loca! Jajaja, pero bueno, vamos, será divertido.



Cuando llegaron a la tienda, Melanie le ofreció a Prue un cambio de imagen y aceptó.

Prue: -La verdad es que no suelo preocuparme de qué me pongo ni como me peino, pero te dejaré que experimentes.
Melanie: -¡Bien! Prometo hacerlo bien.

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